Además del tratamiento farmacológico, la terapia psicológica ha demostrado ser exitosa para el tratamiento de los trastornos del sueño. La Asociación Americana para los trastornos del sueño señala la eficacia del control de estímulos, también la Academia Americana de Medicina del Sueño incluyó el tratamiento cognitivo conductual como método no farmacológico para tratar el insomnio, basándose en los estudios de Morin y cols. (Morin el al., 1999; Morin et al., 1994).
Para dormir es importante aprender a “no hacer”: no activarse fisiológicamente, no pensar. Ya que cuando algo nos preocupa (pensemos en: “no puedo dormir… verás mañana”), nos activamos fisiológicamente, paradójicamente ese pensamiento nos quita el sueño.
Conciliar el sueño es un proceso pasivo por lo que no se puede uno esforzar en ello.
Cualquier esfuerzo que haga para dormir es un inhibidor del proceso automático que genera el sueño (Espie, 2002).
El tratamiento cognitivo conductual podemos desglosarlo en los siguientes puntos:
Por un lado conseguir las condiciones adecuadas para el sueño: buena higiene del sueño y un ambiente adecuado.
y por otra parte aprender a desactivarnos: física y mentalmente.
¿Cómo se consigue esto?
A través de técnicas de reestructuración cognitiva conseguimos gestionar esos pensamientos disparadores de la activación, es un paso importante porque determinados pensamientos y creencias serán contraproducentes para conciliar el sueño.
Podemos conseguir las condiciones adecuadas teniendo en cuenta varios puntos, como la creación de hábitos de sueño, evitar siestas y regular el horario de sueño (con la finalidad de estabilizar las horas de sueño), crear rutinas previas al sueño para condicionarnos por asociación, no usar la cama para otras actividades ociosas, evitar hacer ejercicio horas antes de dormir, ajustar el tiempo en la cama con las horas de sueño, etc.